martes, 6 de marzo de 2012

LO QUE SE PERCIBE DURANTE UNA APARICIÓN DE LA MADRE DIVINA - Por Fray Elias

Aparición de la Madre Divina.
Colina del Cristo Redentor, Carmo da Cachoeira, MG, Brasil. Domingo 13 de febrero de 2012, a las 20.40 h.

Como en los últimos días, el grupo se reunió a las 19.30 para comenzar la tarea de
oración. Después de orar alrededor de una hora, se entona el cántico “Donde reina el Amor”.

Luego se hace silencio. Se escuchan tres campanadas y la frase: “Momento de Aparición, contemplemos con el corazón”. Fray Elías comienza a transmitir las palabras de la Madre, que al igual que en los dos días anteriores fueron traducidas, simultáneamente, al portugués.
Se comienza orando tres veces el Padre Nuestro.

Para finalizar y en agradecimiento se entona el cántico “La Mujer que nos guía”.
M. Shimani: “Ahora Fray Elías va a relatar lo que percibió durante la oración y la
Aparición.”

Fr. Elías: “Cuando estábamos llegando aquí, al cerro, se veía un grupo de ángeles sobre
los eucaliptos que están detrás del Cristo Redentor. Entre ellos había un ángel regente
que dirigía al resto en una oración. Poco a poco, a medida que oraban, otros ángeles
fueron apareciendo alrededor de este lugar y se sumaban a la oración.


Mientras esto sucedía durante la oración, se abrió un Cielo y allí apareció un ángel
mayor con un cáliz, bien grande y dorado. El ángel hacía un movimiento con ese cáliz y
vertía el contenido sobre nosotros. Del cáliz se derramaba un agua cristalina, como un
afluente, como un gran mar que nos bañaba.

El agua entraba dentro de nuestro ser, dentro de nuestro corazón. Luego, el ángel
colocó el cáliz sobre la escultura del Cristo Redentor, y apareció en los Cielos otro
afluente cristalino que comenzaba a verterse sobre el cáliz. El agua que transbordaba se
derramaba sobre la ciudad. Con serenidad, el ángel permitía que el agua llegara más allá
de los límites de la ciudad y la misma barría lo que no era puro y traía mucha paz. El
cáliz permaneció allí, custodiado por ese ángel hasta que apareció la Madre Divina.
Este ángel mayor tenía una pequeña llama sobre él, llama que también aparecía sobre la
cabeza de los otros ángeles que oraban. Los ángeles, a través de la oración amorosa,
iban multiplicando esa llama. Luego comenzaron a aparecer algunas llamas sobre
nosotros.

Entonces, un grupo pequeño de ángeles fue enviado a la ciudad para que pudieran
dispersar más llamas por todos los lugares. La esperanza que ellos tenían era que esas
llamas pudieran ser aceptadas. En ese momento, apareció una paloma blanca que
comenzó a crecer de tamaño, la que emitía un sonido parecido al de un águila. Voló
sobre nosotros, rodeándonos por mucho tiempo, hasta que desapareció.

En un momento todos los ángeles giraron hacia los Cielos y en ese lugar del Cielo
apareció una gran llama, como si fuera una hoguera de luz. Debajo de esa llama había
un corazón que pulsaba y emanaba su luz hacia la región.

Luego, apareció un grupo de ángeles que tenían en su pecho una cruz cristiana. Ellos
estaban en una ceremonia celebrando la eucaristía. Cada uno de esos ángeles tenía en
una mano un cáliz pequeño y en la otra sostenían una hostia, sobre el cáliz. La hostia
tenía escrita una letra “J”.

En el momento en que ellos elevaban el cáliz y la hostia, el ángel mayor pronunció unas
palabras hacia la Tierra, en especial para nosotros. Dijo: “Purifíquense, y con sus
corazones renovados suban a los Cielos; nosotros los aguardamos”, y luego permaneció
en silencio.
 En otro momento aparecieron muchos ángeles que formaban círculos en los Cielos en
diferentes niveles, como en diferentes escalones, parecían varios ejércitos. Entre ellos
había ángeles con aspecto de niños y otros con aspecto de adolescentes. Todos llevaban
en el pecho una cruz cristiana.

En un primer nivel, había ángeles adolescentes que formaban un círculo junto a niños,
cada ángel tomaba la mano de un niño. Todos esos ángeles y esos niños estaban
postrados orando hacia el planeta. Parecía que ellos oraban eternamente, nunca
detenían sus oraciones. Parecía que en algunos momentos no respiraban, porque la
oración era continua. Ellos estaban como en un estado de contemplación hacia la
Tierra.

Sobre ellos estaban los otros ángeles formando grupos; formaban anillos unos sobre
otros hasta el infinito. El ángel guardián del cáliz mayor, aún estaba presente
observando todo ese movimiento. Esos grupos angelicales alababan a Nuestra Señora, y
cantaban algunas frases, como por ejemplo:
 “Salve Reina de los ángeles”
“Salve Reina del universo, de los soles y las estrellas”
“Salve en honor a Tu Hijo”

Llegando al final de la oración, antes del último cántico, se abrió nuevamente un Cielo
que llegaba hasta el corazón del universo. Desde ese infinito emanaron dos haces de luz
que comenzaron a descender hacia la Tierra. Un haz era blanco y el otro celeste; ellos
comenzaron a entrelazarse en su trayecto, formando varios símbolos del infinito.
Cuando llegaron aquí, penetraron la escultura del Cristo Redentor. El haz blanco
descendía por el hombro derecho y el celeste por el hombro izquierdo. La Madre
Divina dijo que el blanco simbolizaba Su pureza y el celeste la devoción a Su
Inmaculado Corazón.

Luego, desde el corazón de esos rayos apareció otra imagen. Estaba la Madre Divina
sentada en oración, con Su rostro sereno inclinado hacia abajo, parecía que estaba en
contemplación. Se veía un poco de su cabello bajo un velo blanco; tenía un manto
celeste y un rosario sobre Su falda, y pasaba las cuentas una trás otra en silencio.
Más tarde, después del cántico fue que apareció, nuevamente, Nuestra Señora en el
Cielo. Tenía en su mano una rosa con su tallo, como recién cortada. Puso la rosa sobre
Su corazón y luego nos la entregó espontáneamente. En el momento en que esa rosa
iba cayendo sobre nosotros, se multiplicó en muchas rosas, que se esparcían sobre la
ciudad.

Luego Ella descendió hasta este lugar del Cristo Redentor. Su velo ondeaba hacia un
costado, sostenía un rosario en Su mano, cerca del corazón y miraba hacia abajo, hacia
nosotros y nos decía: “¡Yo los amo! ¡Yo los amo! ¡Yo los amo!”. Hasta que en un
momento comenzó a hablar.

Hubo un detalle diferente en esta Aparición. Lo primero que se iluminó fue Su rostro,
que generalmente es lo último que se ilumina. Era el rostro de la Madre de Jesús, de la
Virgen María. Las cejas eran de color marrón claro, muy suaves. Caían, delicadamente,
al costado de su rostro, algunos cabellos. Sus ojos eran claros, celestes, profundos y a
Su alrededor había una energía de color dorado. Ella estaba igual que cuando apareció
sentada en contemplación. Llevaba un cinturón dorado muy ajustado al cuerpo y estaba
descalza; siempre está descalza.

A través de Su sonrisa nos transmitía un sentimiento de profunda alegría. Ella afirmaba
que muchas almas estaban siendo tocadas por Su presencia, por Su Corazón, no solo
los que estamos aquí presentes.

Durante estos tres días de apariciones, Ella fue revelando algunas cosas con respecto al
proceso de aceptación de Su presencia aquí en Carmo da Cachoeira. Antes de
comunicar Sus palabras al público el día de hoy, Ella dijo algunas cosas al respecto de
esto y nos pide que le demos tiempo, principalmente a los demás corazones, porque
ellos después llegarán.


Para eso pide que estemos más abiertos de corazón para recibirlos. En ese momento
nos hace un llamado a la fraternidad verdadera. Aquí cabe recordar un momento en la
Aparición del día de ayer, cuando Ella se manifestó con una cruz que tenía la palabra
FRATERNIDAD escrita en letra cursiva.
Gracias.


Voz y Eco de la Madre Divina| www.divinamadre.org
Red Fraternidad de Oración | www.vidaorante.org
ORDEN GRACIA MISERICORDIA | www.ogmisericordia.org
Apariciones de María, Madre de la Divina Concepción de la Trinidad

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