
La oración que Jesús nos enseñó está en la raíz de nuestra espiritualidad. Reflexionando sobre el texto original aparecen muchos posibles significados. La traducción que utilizamos comúnmente es sólo una de entre muchas posibilidades. En arameo, cada palabra puede evocar toda una familia de imágenes y matices. Nos damos cuenta de que el lenguaje es probablemente la clave para comprender la cultura; que el idioma refleja la manera en que la gente se relaciona con el mundo que la rodea. En cierto sentido, el lenguaje puede compararse a un cristal a través del cual vemos las cosas.
Cuando aprendemos un nuevo idioma, comenzamos a ver la realidad en forma nueva. El mismo Jesús vivió en una cultura muy diferente de la nuestra, y en cierta medida eso se ve en el lenguaje que hablaba: arameo, una lengua semita muy próxima tanto al árabe como al hebreo.
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